A seis años de la muerte de María Elena Walsh, una mujer que se transformó en un ícono cultural por sus letras para niños (cargadas de mensajes para adultos), recordamos a la escritora, música y compositora con su texto La eñe, el cual fue escrito en el marco del conflicto cultural que protagonizó la Comunidad Económica Europea (CEE), cuando impulsó de forma imprudente el proyecto de algunos fabricantes de computadoras, que pretendían comercializar teclados sin la letra "ñ".
La Real Academia Española (RAE) proclamó en un informe (1991) que esto representaría "un atentado grave contra la lengua oficial". Finalmente, el gobierno español respondió en 1993 con una ley proteccionista de la lengua, acogiéndose al Tratado de Maastricht. En este texto, la autora reclama la necesidad de defender el patrimonio de la lengua, e invita a reflexionar sobre la importancia de la ortografía:
La eñe
La culpa es de los gnomos, que nunca quisieron ser ñomos...
Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el
unicornio... Todos evasores de la eñe...
Señoras, señores, compañeros, ¡amados niños!... ¡No nos dejemos arrebatar la eñe!...
Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración... Ya nos redujeron hasta el apócope... Ya nos han traducido el pochoclo (pop corn)...
Y como éramos pocos, la abuelita informática, ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe, con su gracioso peluquín.
Quieren decirme, ¿qué haremos con nuestros sueños?...
Entre la fauna en peligro de extinción, ¿figuran los ñandúes y los ñacurutuces?...
En los pagos de Añatuya, ¿como cantarán Añoranzas?... ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo?... ¿Qué será del Año Nuevo... El tiempo de ñaupa... Aquel tapado de armiño, y La ñata contra el vidrio?... ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní?...
'La ortografía también es gente', escribió Fernando Pessoa... Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones...
Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K... Otros , pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda; la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados, después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui...
A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo... Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta...
Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada, también por pereza y comodidad...
Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños... ¡Impronunciables nativos!... Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece...
Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido, porque así se nos canta...
No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski.
Ninios, suenios, otonio... Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda, y vuelva a llamarse Hispania...
La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software...
Luchemos para no añadir más leña a la hoguera, donde se debate nuestro discriminado signo... Letra es sinónimo de carácter...
¡Avisémoslo al mundo entero por Internet!
Por Juana Lo Duca
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