REY MUERTO, REY(NA) (IM)PUESTX
Las
transformaciones sociales que produjo el FPV pueden ser discutibles,
controversiales y hasta polémicas, pero no pueden ser negadas, porque
existieron de manera simbólica y material. Las políticas del gobierno llegaron
hasta los rincones más inhóspitos y como todo movimiento que toca las pasiones
de hombres y mujeres, llega al punto de causar un aparente amor/odio que reposa
sobre aquellos que llevan el movimiento adelante.
Lo que si
puede ser discutible es el gran peso que el movimiento reposó sobre el líder,
para nada ingenuo, pero si contraproducente: el verticalismo y la organicidad
que describen al movimiento justicialista, nunca se hizo más presente que en
estos últimos años, donde pudimos ver a una única líder
indiscutida e irrebatible, una líder enamoradizo y
pasional, una líder que más que capitana o conductora,
resultaba ser jefe y sin miedo a sostenerlo fue el eje de la mística. Este gran
liderazgo construido simbólicamente encuentra un origen, un origen no tan
lejano como se creería y algo forzado para sostener un relato que no solo
buscaba ejercer el poder, sino también preservarlo.
Para no dar
tantos rodeos debemos comprender como CFK hegemonizó el liderazgo del
movimiento en un acto público, reconocido como su segunda asunción
presidencial, un ritual que no pasa desapercibido por la mayoría de los
ciudadanos del Estado Argentino. De hecho, es el ritual político escogido por
excelencia para una gran demostración de poder y personalismo, es donde es
bautizado aquel que va a portar el bastón presidencial. Es por eso que encontramos
aquí la esencia y el acto fundacional del nuevo orden dentro del movimiento.
Sin ir más lejos, debemos prestar sumisa atención al juramento:
Yo Cristina Fernández de Kirchner, juro por Dios, por la Patria, sobre los Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidenta de la Nación y observar, y hacer observar, en lo que de mi dependa la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo hiciere que Dios, la Patria y “Él” me lo demanden.Ahora, como se desprenden de esas palabras una construcción y concentración de poder puede ser atribuido a un análisis propio del Interaccionismo Simbólico.
Pensemos lo
siguiente, nos encontramos en el siglo XXI y la
creencia en religiones es aplastada por aquellos que se posan del lado de la racionalidad,
pero podemos encontrar comportamientos sociales en pequeñas esferas que sin
adorar a una deidad se comportan como los feligreses, no basta nada más para
ver cómo existen los fans de determinados artistas o eminencias deportivas, cómo
se relacionan entre ellos con códigos propios, que realizan sesgos sectarios y
fronteras ideológicas, que son guiados por la pasión, por aquello que los hace
sentir, pero sin saberlo rechazan a aquellos que siguen a un amigo imaginario,
comportándose de la misma manera. El chamán hoy no se encuentra solo ofreciendo
felicidad en rituales religiosos, sino que lo podemos encontrar cantándole a un
grupo de adolescentes, moviendo un balón en un estadio o mostrando su
elocuencia en un escenario.
Y ahí está el
punto, el acceso al trono no abandona el plano espiritual con la coronación de
un nuevo rey por el representante de Dios en la tierra, o el ascenso de un joven
cacique bautizado por el chamán de su tribu: no, no ha quedado en la historia
de los Reyes Europeos ni de los Caciques Americanos sino que el Romanticismo y
su construcción de la realidad como en un momento supo construir la Nación, hoy
construye los movimientos de masas, donde legitima a un soberano con la
religión cívica, “la política”.
Ahora,
volvamos entonces al discurso y encontremos en quien le demande a CFK que no
observó ni hizo observar la Constitución Argentina, es nada más y nada menos
que, Dios, la Patria y “ÉL”.
¿Quién es Él?
Entidad sin nombre, a la par de Dios y la Patria. Tenemos entonces una nueva
trinidad, en donde ÉL pasa a ser una divinidad, y entonces Cristina se
transforma en la viuda de un Dios y única representante terrenal de continuar
su obra, ella quien además como renueva su mandato es quien se autocorona,
retomando a un viejo rey que en una demostración única de poder, abandonó la
tradición del bautismo celestial y fue Él quien se coronó en un nuevo ritual de
ascenso.
Siendo este un
acto de asunción tan magnífico sólo podría encarnar el liderazgo del movimiento
quien sea capaz de ser bautizado en un ritual superior a este y por la mujer de
ÉL.
Entonces, retomando el planteo inicial, donde nos preguntábamos cómo es que fue derrotado un movimiento
que atravesó los conflictos sociales, económicos y políticos más fuertes luego
de la última dictadura que vivió nuestro país, podemos
concluir en que nadie podría representar al movimiento en futuras elecciones:
sólo su conductora natural. Es por esto que, a menos que se construya un nuevo
liderazgo fuerte o que la ex mandataria vuelva a las canchas, el movimiento
(que padece una crisis de formación de nuevos cuadros) estará destinado a una
atomización final.
Por Gianfranco Scigliano
Comentarios
Publicar un comentario