Los días comienzan con la alarma del teléfono sonando: Chequeás las redes sociales, los mensajes de Whatsapp recibidos durante la noche, las últimas novedades de las personas que seguís. En camino a tus obligaciones, volvés a darle un vistazo al inicio de Facebook, Twitter e Instagram, sólo para matar el tiempo hasta que llegas a tu trabajo, escuela o universidad. Pasamos largas horas empleando nuestra vista en una pantalla de entre 2,8 y 7 pulgadas. En promedio, al finalizar el día habrás revisado tu celular al menos 34 veces. Si creés que esa frecuencia es acotada, o que es imposible pasar un día sin tener el teléfono encima, quizás estés padeciendo de nomofobia: miedo excesivo a estar desconectado, por un rato, del celular.
Hoy pareciera que tener un teléfono se presenta como una necesidad básica e indispensable. Estar comunicados todo el tiempo aparece como una forma de protegernos ante cualquier eventualidad que pudiese surgir, o para lidiar con las distancias que se nos interponen entre el trabajo (u otras responsabilidades) y los demás espacios de socialización. Sin embargo la mediación que realizan los nuevos medios de comunicación tan expandidos, está conviertiéndose paulatinamente en una hecho relevante: comienza a crearse un distanciamiento físico que crea relaciones humanas diferentes a las que históricamente conocemos, donde el valor humano recae en lo que poseemos y en la imagen de nosotrxs mismxs que mostramos al mundo. De la mano de la cultura del consumo, la superficialidad se transmite en ámbitos cotidianos fomentando, indiscriminadamente, la creación de vínculos cada vez más efímeros.
Es bastante habitual hablarle a alguien y que esté enviando mensajes con su celular, ¿te pasó? De ser así, padeciste (o le hiciste a alguien) phubbing: menospreciar a quien nos acompaña por prestar más atención al celular u otros electrodomésticos. Este término, originado en las palabras inglesas phone -teléfono- y snubbing -ignorar-, surgió en 2007 con el boom de los teléfonos inteligentes.
La compra de un celular último modelo, la acción de actualizar constantemente el estado en Facebook, de publicar las más recientes fotos en Instagram, aparecen hoy como una necesidad imperiosa que debe ser satisfecha para… ¿para qué? Bueno, según muchos sociólogos, en la actualidad creamos identidad en base al consumo: nos definimos, le decimos al mundo quiénes somos, qué lugar estamos ocupando y a dónde queremos llegar.
Bajo esta línea de pensamiento, pareciera entenderse el porqué crece en las generaciones venideras la adicción en torno al uso de los celulares. De hecho, los ataques de ansiedad que sufren algunas personas frente a la separación de su teléfono han sido definidos como una fobia: “no-mobile-phone phobia”(nomofobia).
Según el sitio psicologiaymente.net, el primer estudio por esta problemática fue realizado en 2011 y llevado a cabo por expertos ingleses. La investigación “contó con 2.163 sujetos, y los datos revelaron que el 53% de los usuarios de teléfonos móviles en el Reino Unido sienten ansiedad cuando se agota la batería de su teléfono móvil, lo pierden o se quedan sin cobertura. El estudio también reveló que el 58% de los hombres y el 48% de las mujeres sufren este trastorno. [El mismo] también concluyó que los niveles de estrés que presentaban las personas con Nomofobia eran equiparables al que puede tener una persona el día antes de su boda. Además, el 55% de los participantes manifestó “sentirse aislado” cuando no disponían del celular“
Atravesamos un momento histórico caracterizado por la invasión del consumo en cada espacio de nuestra vida. No nos inquieta convivir con las personas siendo clasificadas constantemente de acuerdo a su nivel adquisitivo, con todos los prejuicios y estereotipos que conlleva esto, ni tampoco nos sorprende el insistente bombardeo de información que los comerciales y publicidades nos disparan. En televisión, Internet, radio y hasta en la calle, el ataque masivo de la sobreinformación (que termina cayendo, a su vez, en desinformación) nos ayuda a sentirnos obligados a tener que consumir ciertos productos para avalar nuestra existencia.
¿Será la nomofobia un cuadro psicológico, propio de nuestra sociedad de consumo, que llegó para quedarse?
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